Publicado originalmente el 23 de septiembre del 2007 en este blog.
Anthony Soprano está muy lejos de ser una buena persona, de hecho, como decimos en México, es un hijo de la “chingada”, sin embargo, existe una fuerza misteriosa que vuelve a este personaje televisivo un tipo sumamente adorable, de tal forma, que cuesta trabajo desear su muerte con todo y que en el fondo sabemos que la tiene bien merecida.
Como figura narrativa, nuestra afección a Tony Soprano posee diversas lecturas, por un lado, el más superficial, este jefe de la mafia funciona como una especie de modelo aspiracional: tiene dinero, coches lujos, puede acostarse con quien le dé la gana y hacer lo que le dé la gana. Así pues, uno se siente “embriagado de poder”, por decirlo de alguna manera, y es entonces que nos olvidamos de la parte más oscura y sórdida del personaje.
Aunado a lo anterior, existe siempre una tensión sumamente excitante: el peligro está latente, y no sólo se relaciona con las víctimas que sufren el yugo de Tony, sino con él mismo, es decir, sabemos que “alguien”, ya sea el FBI u otro rival, puede venir por él, y no hay nada más dulce y confortante, después de tanta adrenalina, que Tony se salga con la suya.
Por otro lado, está la parte social; Tony juega un rol ambiguo: en un mundo en donde el respeto por los valores tradicionales se tambalea, en donde instituciones como el gobierno o la iglesia, son incapaces de proveer a la gente de lo que necesita, Tony Soprano pone orden, y al final del día, es el padre que mantiene a la familia unida, es el padre que provee seguridad. A simple vista, pareciera que una figura como la de Tony no sólo es necesaria, sino que es sumamente deseable.
Y si excarvamos aún más en el fondo de este personaje, encontramos analogía mitológicas, descubrimos en Tony una extraña combinación: una mezcla de energía titánica con una fuerza ordenadora que mantiene el equilibrio del mundo.
Por el lado titánico, notamos la influencia de Cronos (padre de Zeus) y su fuerza devoradora: Cronos devora a sus hijos y con esto se asegura —siguendo el pensamiento de GF Jünger— de que prevalezca un estado cíclico:
el ciclo del retorno elemental… La rigidez de Cronos reside en el movimiento uniforme, repetido sin variación siguiendo órbitas fijadas de antemano. Cronos se mueve pero concluye nada.
Hay que recordar la constante añoranza de Tony por “the old days”, lo viejos tiempos en los que su padre aún vivía y en donde los hombres se tragaban sus sentimientos y hacían “lo que tenía que hacer” porque eran precisamente eso, hombres. En repetidas ocasiones, Tony se reprocha por ser tan emocional; Tony se rige por reglas establecidas de antemano, reglas y juramentos “antiguos” que estaban ahí mucho antes que él, desde el inicio de su mundo.
Si bien, como nos dice Jünger, “Cronos se mueve pero no concluye nada”, es necesario comentar que Tony sí lo hace, y ahí es cuando entra su lado “Zeus”: el dios hijo de Cronos es un principio ordenador, un principio de que da estabilidad; Jünger lo llega a describir como un ser solitario que mira su reino desde la cima de una montaña, y curiosamente, ese es el sentimiento de Tony, se siente solo, en la cima, y es su obligación proveer para sus dos familias y manter la estabilidad, sin embargo, la fuerza de Zeus no es represora, y en muchas ocasiones Tony es lo opuesto, con todo y que gran parte del tiempo funge como negociador para conservar el orden y consiga formar alianzas para que todo se estabilice, pero es caprichoso y cuando las cosas no salen como hubiera querido aparece su lado “devorador”, titánico.
Zeus también posee el poder de exiliar a los otros dioses al Tártaro si es que no siguen su mandato (puede ser terrible, no por nada es el dios del trueno), pero su energía parece no ser tan egoista como a veces funciona la de Tony, quien usualmente rompe reglas para su conveniencia.
Así pues Anthony Soprano no cae bien por ser meramente un sociópata encantador; Hanibal Lecter es en ciertos sentidos encantador, pero brinca de la indetificación a lo espeluznante de tal forma que es fácil desearle la muerte, y así como Hannibal ocurre con muchos villanos más: Tony funge, por un lado como héroe y por otro como villano; oscila entre un mundo de violencia y en un mundo que anhela lo sagrado, entre una fuerza masculina seductora que busca el cumplimiento de la normas y el orden, y una toxicidad y violencia aplastantes..