“Se pueden mover a la parte de atrás, ¿por favor?. Es que ya va a llegar El Mago Frank y desde aquí no van a ver el show”, nos dijo alguien de los meseros. ¿Qué? ¿El Mago Frank? No era Luli Pampin, ni Blippi, el payaso Plim-Plim o un show de las princesas de Disney… era El Mago Frank, un personaje con el que todos los papás de la fiesta infantil habíamos crecido. Parecía un viaje al pasado.
Los meseros nos ayudaron a movernos de lugar mientras mis hijos, junto con todos los niños, se acomodaban en el frente del escenario, a unos pasos de donde estaría el mago. Estoy seguro que nadie de los pequeños sabia quién era pero todos estaban emocionados por ver al mago.
La verdad, sentí un poco de escepticismo; no sabía si el humor de Frank y Blass iba a divertir a los niños, y más cuando vi que el susodicho entraba con una andadera. “¿Pues cuántos años tiene?”, pensé… Pero solo bastaron unos segundos para que quedaran atrapados por más de 40 minutos, sin moverse de su silla, riendo y gritando emocionados… tanto que al final todos querían comprar su propio conejo Blas.
Mi hijo Gabriel (cinco años) reía como nunca y mi pequeña Lucía (tres años) participaba emocionada en las dinámicas que proponía el mago. Y nosotros los papás: riendo de las ocurrencias de Frank, contentos por ver a nuestros hijos divertirse y quizá de pronto un poco nerviosos —por la falta de corrección—, cuando había uno que otro chiste subido de tono dirigido a nosotros, como cuando Blas le dice a Frank que si le gustan las de Tatiana, o bien, cuando el conejo entonó “No te metas con mi Cucu”. Estábamos entre los años 80 y el 2020, entre unos chistes picarescos que sonaban a centro nocturno, la nostalgia y el enorme talento de un hombre que sabe cómo entretener.
Uno de los grandes momentos fue cuando los niños cuestionaron al mago sobre Blas: le decían que no era un conejo de verdad y que obviamente tenía vida porque el mago lo estaba manipulado: “Te cacharon”, le dijo Blas, a lo que el mago tuvo que reconocer que su mano y su voz eran lo que daba vida a su marioneta. “Ya no son como antes. Antes se creían todo, y ahora, ay, le mete la mano“, dijo Frank.
Al final, los niños salieron fascinados al igual que los adultos, dándole vida a un artista que sobrevive en medio de una vorágine de cambios, no sólo culturales sino tecnológicos que enfrenta a su audiencia sólo con una silla, un micrófono, una bocina y un par de props con los que hace magia.
Me es imposible no pensar que con un poco de ingenio, El Mago Frank podría tomar las redes sociales y competir codo a codo con Beli y Beto o Luli Pampín.En fin… así las cosas, pero por lo pronto, larga vida a Frank y a su conejo Blas.
Y ustedes… ¿Qué recuerdos tienen de El Mago Frank?