Pasaron 44 años para que pudiera encontrar la esencia de esta celebración. La pasé mejor que nunca. No digo que todo mundo deba vivir lo mismo. Esto solo es concerniente a mi cumpleaños y espero les sirva de algo.
Debo decir que nunca he odiado mis cumpleaños pero si debo decir que por muchos años trataba de preocuparme lo menos posible por hacer alguna celebración.
Durante mi infancia temprana no los disfrutaba tanto porque luego llegaban muchos niños que querían jugar con mis juguetes y eso me estresaba. Así que lo que más me preocupaba era guardar mis juguetes para que nadie los tomara.
Posteriormente ya cerca de la adolescencia entraba el tema de que, qué tal si los invitaba y no llegaban. Qué miedo. Y comencé a generar una especie de falsa expectativa que poco a poco me hizo estar menos pendiente y entusiasta de mi celebración: según yo el cumpleaños debía ser un día muy especial y cuando llegaba se sentía igual que otros días. Así que para no decepcionarme bajaba mis expectativas.
Desde esa etapa hasta hace algunos años, mis cumpleaños se daban como me sentía. Si me sentía inspirado organizaba fiesta y había comida familiar; poco inspirado solo comida con mi familia; y nada inspirado comida con mi familia que se organizaba un día antes. Y aunque el tipo de celebración variaba, casi siempre ganaba la modalidad “nada inspirado”, que se fue haciendo la regla durante la década de mis 30.
Luego llegó Montse… y me motivaba a planear un poco mas las comidas familiares. Él espíritu de la fiesta ya no llegará, es como un viejo amigo que ahora ya no tiene sentido. Pero poco a poco he ido disfrutando más mi celebración.
Este último ha sido el más gozoso. ¿Qué fue diferente? Me involucré un poco más de lo que hacía anteriormente e hice consiente mi rol. Y es que en ocasiones pasadas el rol que jugaba era el de una persona que recibía; una persona no del todo pasiva, pero pasiva al fin, que esperaba a que la celebración ocurriera por los demás. No es que no moviera un dedo pero mis acciones venían con esa intención de: todo esto es para mi.
El pasado 14 de mayo sentí que debía involucrarme más… y lo hice. Claro no habría podido ocurrir sin mi esposa Montses mi mamá, así como Mari y Francis (las personas que nos ayudan en los quehaceres de la casa). Pero me enfoqué más en la gente que vendría que en mi. Y estuve atento a detalles para hacer sentir cómoda a la gente que viniera y a estar cerca de Montse para que no sintiera que ella tenía toda la carga.
Ayudó que Montse se enfermó ese día y pasó recostada mucho tiempo. Así que pude activarme más. ¿Pude hacer hecho más? Sí, mucho más pero mi cambio de actitud me hizo sentirme más en mi centro y experimentar un gozo que no había sentido antes: el gozo de mi cumpleaños, el gozo de compartir lo que soy con gente que quiero mucho. Y por primera vez sentí que dar se convierte en una forma de recibir, y que cuando se da de manera incondicional se recibe algo mucho más grande.
Para el año que viene espero hacerlo mejor para con Montse y mi mamá; jugar más en equipo. Con la esperanza de que todos los que asistan, y no solo yo, se diviertan y se olviden un rato del mundo.