Por fin regresé a la escuela luego de que hace casi más de un año dije que lo iba a hacer. Sin embargo, las cosas no salieron como planeaba y regresé como maestro y no como alumno. El resultado fue una confrontación con mis conocimientos y mi habilidad para poderlos transmitir. No ha sido sencillo.
Después de esta experiencia pienso: Dios bendiga a los maestros.
Cuando inicié con esta sección de mi blog (De regreso a la escuela), mi idea era tomar mis libros de texto de la prepa y universidad para repasar los conocimientos y experiencias relacionadas con el aprendizaje que adquirí y reflexionar si habían servido para algo o no. La cuestión es que el tiempo pasó y nunca pude poner en marcha este ejercicio. Sin embargo, la vida me llevó a un salón de clases como maestro.
Todo comenzó en marzo del 2020 cuando comencé a dar clases sobre Podcasting en el Centro de Capacitación de MVS.
Comencé a explorar lo que era un podcast y la radio por internet por el 2008, y desde entonces he participado en varios proyectos digitales así que me sentía con la confianza de hacerlo. Además, ahora todo es más fácil que cuando yo comencé así que asumí que no me costaría mucho trabajo.
En ese momento no sabía cuan equivocado estaba pero lo fui intuyendo cuando le comenté a mi esposa, quien sí tiene experiencia como docente, y me dijo que debía armar clase por clase de manera formal porque de lo contrario me vería atrapado en ciertas lagunas en las cuales no sabría qué decir por mucho que dominara el tema.
Me puse a hacerlo como ella sugirió y más allá del trabajo que conllevaba la tarea —y de que me obligó a organizar lo que sabía—, el verdadero reto llegó al momento de hablar frente a los alumnos.
Estando cara a cara con ellos fue innevitable que me llenara de cuestionamientos: ¿Es interesante lo que estoy diciendo? ¿Lo están entendiendo? ¿Les servirá para algo?
Y qué decir cuando el grupo está disperso y pone poca atención, o hay cuchicheos por todos lados… ¿Es mi culpa? ¿Debo poner orden? ¿Gritar? ¿Regañar? ¿Pedir con amabilidad?
En medio de todas estas dudas de pronto me quedaba sin palabras… afortunadamente acudía al guion que había hecho y salía del atolladero, pero de igual manera, en varias ocasiones la actitud del grupo podía ser desconcertante: a veces muy participativo, otras tantas inquieto, otras en silencio…
Y para colmo… no podía dejar de pensar ¿qué tipo de maestro sería o debía ser? ¿Uno fácil que cayera bien? ¿Un maestro tirano? ¿Uno que hablara para fascinar a los demás sin importar sus opiniones? Claro que todos quermos que el grupo aprenda pero … ¿y si no era así? ¿La culpa sería de ellos por no esforzarse o mía por enseñar cosas que a nadie interesabab?
Todos estos pensamientos me transportaban a la secundaria y preparatoria en donde muchas clases se llenaban de nuestras voces que opacaban la lección de hombres y mujeres, profesionales de la educación, que terminaban haciendo un soliloquio o exponiendo a dos o tres alumnos que sí ponían atención. Seguramente, a lo largo de los años varios debían haber llegado a casa con ganas de llorar.
Y luego del curso de podcasting vinieron más: el de reseña de cine, reseña de televisión y creación de contenidos de cultura pop. Y aunque todos los hice con esfuerzo y pasión reconozco que esto es un oficio de respeto, que toma tiempo perfeccionar.
Quizá he aprendido más de lo que he enseñado: confrontándome conmigo y mis conocimientos y capacidades; maravillado por las preguntas interesantes de mis alumos, abrumado por sus dudas y su hambre de saber más y llenar sus expectativas, supongo que para salir con algo que los transforme o algo para poder aplicar en su vida.
En medio de todo eso pensé en ser más riguroso conmigo y cuestionar si eso que enseño lo aplico a mi proceso de trabajo, si las cosas son como digo o en la realidad son totalmente diferentes, si existe un camino para hacer las cosas o son varios a elegir. Lo anterior se puede resumir en ¿Qué es lo que sé?, ¿cómo es que lo hago?, ¿qué tan riguroso soy para hacerlo? Y por último: ¿todo esto funciona?
Al final, comenzar a dar clases fue mi regreso a la escuela, y aunque haya sido como maestro, me volvió a colocar en el lugar de un estudiante pues estoy recordando, reaprendiendo y aprendiendo cosas nuevas.
Apenas me estoy reencontrando con una parte de mi, y todo gracias a este proceso y los alumnos que me han acompañado. Ya les contaré en el siguiente artículo.
Por mientras, ¿Qué tal ustedes? ¿Han tenido alguna experiencia como maestros? Y si es así… ¿Los ha transformado? ¿Han aprendido con sus alumnos o siguien siendo los mismos?
3 comments
Muy buena reflexión, me gusto mucho. Tengo el gusto de decir que he sido tu alumna en dos de los cursos que impartes, y la verdad jamás me hubiera imaginado o más bien ni siquiera me había detenido a pensar qué hay detrás de todo una clase. Mis respetos para tí porque la verdad a mi parecer logras lidiar bien con todos estas emociones y generar un ambiente de confianza en nosotros tus alumnos ( por lo menos esa fue mi experiencia) . Te comparto que mi amiga y yo que, también tomó tu curso ya llevamos a cabo nuestro proyecto de Podcast y tratamos de llevar a cabo todos tus consejos, creo ahí la llevamos ?.. Muchas gracias por tus enseñanzas.
Te mando mail para que me cuentes cómo van…. Saludos!!!
Como bien lo dices es un arte que no cualquiera domina ,es un gran reto donde por supuesto el maestro aprende más que cuando fue estudiante ,esa es la maravilla de la docencia ,ahora con esta pandemia el reto es mayor por aquello de tener que adaptarse a la nueva táctica on line .Por mi parte,como alumno te puedo asegurar que no salgo igual de ignorante que como entré y eso es sumamente satisfactorio.