Nunca he matado a nadie. Sólo he matado insectos. Ellos no cuentan, supongo, porque no tienen alma. Y no estoy dispuesto a que nadie me diga lo contrario, porque… No. No todo lo que vive tiene alma, no todo lo que vive siente lo que nosotros sentimos y no todo lo que vive puede soñar con dominar al mundo.
Por eso los insectos son diferentes. Ellos corroen, destruyen… Son parásitos que viven de lo que nosotros dejamos. Nos chupan la sangre y roban nuestras sobras; roban lo que no queremos, lo que despreciamos. Son molestos, incontrolables, invasivos.
Los perros son aparte. Tienen encanto, no como los gatos que son demasiado soberbios. No sé si los perros tengan alma pero al morir me gustaría que alguno pudiera estar junto a mí, en caso de que allá arriba también estemos solos.
Porque… qué tal si arriba es sólo una extensión de abajo, del aquí y del ahora, qué tal si arriba es como el tiempo extra del mismo partido que hemos visto una y otra vez, un partido de cero-cero, sin gol de oro… aburrido pero tenaz, donde todos hacen su mejor esfuerzo pero no pasa nada. Qué tal si arriba también estamos solos…
Claro, también están nuestros padres, y sus padres y los padres que vivieron antes que ellos pero cada quien tiene sus problemas y cada quien termina rascándose solo.
Qué tal si arriba es como el infierno, un lugar en donde nunca te acostumbras al fuego eterno… Así pues, para la soledad eterna a la que nunca nos acostumbraremos también necesitaremos a un perro.
Nunca he matado a nadie. Sólo he matado insectos; nunca he matado a un perro pero he visto morir a varios… Por momentos, parecen humanos, pero a diferencia de nosotros, y de manera sorprendente, los perros nunca dejan de mover la cola. Siempre felices hasta el final.
Nosotros nos aferramos a la vida, mamamos de ella hasta la última gota… en una cama, todos maltrechos y dando lástimas. En ese momento, no queda prácticamente nada de lo que fuimos: héroes, villanos, hermanos, hermanas, esposos, esposas, amantes, prostitutas, asesinos, traidores, sacerdotes, adivinos, padres, madres, hijos o hijas. Nada… Sólo un recuerdo, una acusación sin fundamento, una calumnia.
Nos convertimos en sobras, en legajos que nadie quiere, en comida para insectos.
Nunca he matado a nadie. Sólo he matado insectos, pero he visto morir a algunos de nosotros… De casi todos me he podido despedir. Y me duele porque a casi todos los he podido ver a los ojos, pero siempre con hipocresía, con el pretexto de decirles “adiós”, para ver si en sus ojos existe algo que me ayude a perder el miedo.
Hasta ahora, todo lo que he encontrado es una luz que se apaga.
2 comments
A veces me siento como tu relato. Sin esperanzas hacia el futuro. Con incertidumbre hacia lo que nos depara. Pero no se que es peor, vivir en un mundo donde la gente cada vez es mas agresiva e ignorante o en un lugar del cual no estoy seguro como es. Muhco menos si existe. Solo espero que esa gente que insulta y hace mal en la vida no vaya al mismo lugar en donde vaya yo.
Que intenso mi Faus ¡¡¡