Crónica de los actitud de Gabriel y la mía con respecto al Kínder.
- Papi… cuando vaya al Kinder… si no me gusta, ¿me cambian o otro?
- Sí, chiquito.
Gabriel sonríe y me abraza.
- Te amo mucho, Papi.
Seguramente Gabriel disfrutará más el Kínder que yo. Al menos tiene una actitud más abierta a la mia cuando yo tenia su edad.
Recuerdo el día en que me informaron que me iban a mandar al Kínder: era tarde noche en casa de mi abuela y mis padres habían regresado de trabajar. Recibí la noticia como si un nubarrón se cerniera sobre mi cabeza.
Yo no quería. Era feliz pasando mis días en casa de mi abuela, jugando con mis juguetes y escondiéndome del vecino que siempre quería jugar conmigo. No me gustaba estar con niños de mi edad. No entendía su lógica, cada quien quería hacer lo que se les venía en gana y era muy complicado ponerse de acuerdo. Además me parecía que era muy infantiles ( por usar un eufemismo).
Sufrí mucho en el primer Kínder donde estaba. Siempre, a media jornada, algún familiar tenía que ir por mí porque yo insistía e insistía en que me quería regresar a casa.
Déje de ir al poco tiempo pero sabía que solo había ganado eso, tiempo. Y que en unos seis meses debía volver a otra escuela.
Y así fue, solo que esa vez sí me la había pasado muy bien. Lo cual no quiere decir que me gustara ir. Pero ya no era una experiencia traumática.
Siempre he visto a la escuela como un mero trámite. El Kínder no fue la excepción. Lo hice porque era lo que me tocaba hacer, era lo que se esperaba de mí y lo hice lo mejor que pude. Cumplir los deberes me suponía cierta independencia, los adultos confinaban más en mí y me dejaban hacer mis cosas.
Pero Gabriel no es así
A mi hijo le gusta jugar con otros niños. Y tiene mucha más energía que yo. Sí, le gusta estar en casa jugando y viendo tele pero llega un momento en que quiere salir a jugar con otros niños.
Yo era feliz jugando solo, ya fuera dentro o en exteriores. Gabriel es más equilibrado. Al menos por ahora
Así que cuando le explicamos que tendría que ir al Kínder lo tomo bastante bien. Sobre todo el hecho de que podría hacer amigos para jugar con ellos.
Su mamá le dijo que si no le gustaba un Kínder lo podíamos cambiar y eso pareció darle mucha más alegria.
Ya veremos cómo vivirá su primer día y cómo será su experiencia. Pero al menos no lo ve como una pesadilla.
Y ustedes… ¿Cómo vivieron la noticia de que irían al Kínder? ¿Lo recuerdan?
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Excelente artículo, Faus es la onda