En medio de una serie de comentarios en redes sociales relacionados con el programa de Las fauces, donde Paco Segovia y un servidor platicamos sobre Daniel Bisogno debo hacer unas aclaraciones con respecto al tema del karma.
Muchos de los comentarios tienen que ver con lo siguiente: parece que mucha gente cree que el estado de salud de Daniel es proporcional a la manera en cómo se comportó moralmente. Muchos creen que es un tema kármico, en el sentido coloquial. Y es sumamente importante mencionar que en términos espirituales y esotéricos las cosas no funcionan exactamente así.
Piénsenlo de esta manera: Si las tragedias de la vida fueran culpa de lo bien o mal que nos portamos, las cosas malas no le pasarían a la “gente buena”. Además, tampoco parecen ser proporcionales a lo que consideramos como buena conduta.
Por supuesto que el bienestar depende de nuestras acciones pero uno no tiene el control total, tanto las buenas personas como las malas no nos podemos librar del dolor o de la tragedia.
Así pues, el tema del karma es mas complejo que ser moralmente buenos, y además, está relacionado con acciones, pensamientos y emociones que generan ciertas condiciones de vida para la reenarnación. No es una consecuencia que se gana con portarse mal, con la cual se tiene que lidiar en medio de una tragedia. y que se manifiesta con un episodio trágico y doloroso. Y por supuesto que ponernos en situaciones de peligro no ayuda, pero de nuevo, no todos los que se ponen en peligro debido a sus estilos de vida terminan con las mismas tragedias y los mismos dolores.
En términos espirituales y esotéricos, los episodios dolorosos de nuestras vidas se ven bajo la lupa del aprendizaje, de procesos internos y acciones de vidas pasadas.
Las situaciones que enfrentamos en nuestra vida deben funcionar para realizar las preguntas adecuadas sobre nuestra existencia; hacer un ejercicio de conciencia para entender mi vida y mi lugar en el mundo.
Lo que entendemos por justicia divina no opera de la misma manera que la justicia de los seres humanos. Y en ese sentido, nadie tiene el derecho a juzgar a nadie por sus acciones.